Bolsillos de belleza en el colapso

Tenía que haber entregado este texto a lo largo del mes de agosto, pero hoy, en el momento en el que lo escribo, es 23 de septiembre. Tenía que entregar el texto en agosto, pero el email de recordatorio no me encontró: estaba fuera de pantalla, con la respuesta automática activada y la aplicación del email desconectada en el teléfono. Descansando, durante dos semanas tranquilas, después de sentir una imperiosa necesidad de descanso durante las seis semanas anteriores a esas dos semanas. En un bolsillo de belleza, con el colapso a nuestro alrededor: fuego, Palestina.

Cuando me disculpé por no haber cumplido con la fecha de entrega, recibí una respuesta como las que nos gustaría recibir siempre en las cadenas de mensajes del trabajo: que no me preocupara y que si quería podía entregarlo en septiembre, y si no, pues que tampoco me preocupara. Pero podía hacerlo; es más, tenía ganas de traer aquí mi cosecha online. Y aquí estoy, ahora.

Con los ojos cansados

Esa introducción tal vez os haya servido para intuir en qué me han ayudado exactamente los asuntos relacionados con la cultura que me han acompañado últimamente. Con los ojos cansados, he recurrido al oído, en un estado de deseo que describe Remedios Zafra en el prólogo de la segunda edición de Ojos y capital (2018).

«En algún momento reciente soñó este ensayo con una segunda edición narrada y con voz, subversiva con los tiempos y útil para los que derivan a un mundo más borroso u oscuro por una visión mermada, o simplemente se toman un respiro del “ver sin descanso”. […] para esta segunda edición había imaginado acompañar estas páginas con un libro que no precisara ser visto, sino ser escuchado, sobre el que no cabría ya la hojeada, un libro-voz capaz de resistir la lectura como vistazo de nuestras derivas online. Imaginen una voz trémula con sus titubeos roncos y aire contenido que les lee este ensayo, a ratos una voz máquina»[1].

Con los ojos cansados, mi oído ha encontrado sosiego escuchando el podcast Las Hijas de Felipe. Mira por dónde, alguien como yo, que casi nada sabe de historia —incluso, de historia del Estado español, más allá del siglo XX—, se ha enganchado completamente al relato que tejen Ana Garriga y Carmen Urbita en torno a los siglos XVI y XVII: ese barroco elástico tan suyo. Ahora mismo, de repente, he recordado lo que en su día se dijo sobre la magnífica novela Otto Pette de Andu Lertxundi: que se trataba de una obra sustentada principalmente por su lenguaje, una variedad de euskera cercana y a la vez original expresamente creada por Lertxundi para su novela. Diría que lo mismo ocurre con el programa de Garriga y Urbita: han creado un lenguaje —son investigadoras literarias, no historiadoras—, y con ese lenguaje, una comunidad. Este verano, en ese bolsillo de belleza, mi pareja y yo, en la carretera, contentas, tranquilas, etcétera, entre otras cosas volvimos a escuchar con atención el episodio loco, largo y divertido dedicado a las reliquias.

Concentrada y presente

Bolsillos de belleza en el colapso. Antes de las vacaciones de agosto hice otro paréntesis en junio. La cineasta Ainhoa Gutierrez y yo estuvimos en el espacio de creación AZALA, en Lasierra, elaborando un guion, gracias a la oportunidad que nos brindó el proyecto Dirdira Lab. Estuvimos trabajando, pero era un trabajo de esos que te produce placer, por estar concentrada y presente en lo que estás haciendo: también puse una respuesta automática en el correo electrónico. Recuerdo una tarde, poco antes de finalizar nuestra estancia. Estábamos fuera, cómodamente tumbadas, y yo leía, sobre el colapso. De nuevo, relacionado con el oído, un ejemplar rosa que encontré en la biblioteca: Oreja madre, de Dani Zelko.

Un fragmento inicial dice lo siguiente:

«[Ghassan Kanafani] camina con su sobrina hasta el auto. Mete la llave en la cerradura. Abre la puerta, y se sienta en la butaca. Contrae los hombros, pone la llave en el arranque, y activa una bomba de tres kilos. Que puso mi tío abuelo. Una bomba que puso mi tío abuelo justo cuando Ghassan Kanafani festejaba que su pueblo y sus palabras se estaban moviendo. Mi tío abuelo se entrenó para ponerle una bomba al auto de Kanafani, una suerte de Rodolfo Walsh palestino. Mi tío abuelo me dijo: matar o morir. Kanafani me dijo: podés cambiar el relato de tu vida».[2]

He aquí la entrevista que le hicieron a Zelko en Radio Web Son[i]a del Museo Macba —un dulce regalo para los oídos—.


[1] Zafra, Remedios (2015): Ojos y capital, consonni.

[2] Zelko, Dani. Oreja Madre, Caja Negra Editora (2025).